Cruz Roja Española

Talleres Autoexpresión: Mujeres mayores de 45 años

· INTRODUCCIÓN
Mujeres mayores de 45 años

Las mujeres mayores de 45 años experimentan diferencias cualitativas en relación al empleo que las menores de esta edad. Por lo general, tienen más dificultades para insertarse laboralmente en caso de encontrarse en situación de desempleo. La experiencia laboral no parece tener mucho que ver en sus posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral pese a tenerla, ya que, según manifiestan, la edad se impone ante ésta.

Es también muy común encontrar mujeres demandantes de empleo que tienen entre los 55 y los 60 años, presentando unas dificultades añadidas como: determinados problemas de salud o cansancio físico (que repercuten en la restricción del abanico de trabajos que pueden realizar), o la condición de abuelas cuidadoras de muchas de ellas. Aunque pudiera pensarse que la conciliación entre vida laboral y familiar ya no es un elemento que las pueda afectar debido a la madurez de sus hijos o hijas, el cuidado de progenitores muy mayores y de nietos y nietas a quienes cuidar, supone un añadido a sus dificultades de inserción laboral.

Respecto a la variable nivel de estudios, las mujeres que acusan más la situación de desempleo son aquellas que tienen estudios primarios o secundarios. Menos problemática es la situación de mujeres universitarias que, por lo general, no acuden a los servicios de empleo, estando mejor insertadas laboralmente a esta edad.

Sin embargo, una variable que modifica la influencia determinante del nivel de estudios, homogeneizando las experiencias laborales, es la de la extranjería, ya que, al margen del nivel de estudios, las mujeres extranjeras mayores de 45 años siguen teniendo muy restringido su acceso a la generalidad del mercado laboral. La mayoría comienza insertándose en los servicios domésticos y de cuidado, pasando a ocupar puestos en la hostería, los servicios geriátricos, el comercio o la restauración después de algunos años. No sucede lo mismo con las mujeres españolas, que tienen un abanico de oportunidades mayor, aunque acotado, eso sí en su caso, al nivel de estudios. Relacionado con esto, es factible encontrar mujeres españolas mayores de 45 años demandantes de empleo en los recursos afines, en mucha mayor medida que en el resto de grupos etarios.



Secciones:

- MUJERES CON ESTUDIOS PRIMARIOS
· Introducción.
· La inserción laboral.
· Los servicios de empleo.

- MUJERES CON ESTUDIOS SECUNDARIOS
· Introducción.
· La inserción laboral.
· Los servicios de empleo.

> RESUMEN
> RECOMENDACIONES


MUJERES CON ESTUDIOS PRIMARIOS

La ausencia de titulación secundaria obligatoria, o la falta de homologación de ésta en el caso de las extranjeras, limita aún más los mercados laborales de las mujeres mayores de 45 años. La experiencia laboral que presentan es más homogénea y restringida a trabajos muy feminizados y de baja cualificación. Aunque la mayoría también ha vivido períodos largos de retraimiento en el trabajo productivo, dedicándose al cuidado de los y las hijas y a sus hogares. La falta de linealidad en la inserción en el mercado productivo, las lagunas curriculares y una experiencia laboral muy acotada dificultan enormemente su acceso al mercado laboral. Todo ello, se suma al rechazo que parece existir en el mundo empresarial respecto a contratar mujeres mayores de 50 años.

El rechazo en contratar a estas mujeres mayores está presente, incluso, en el ámbito de los servicios domésticos y de cuidado particulares. Respecto a la limpieza, se tiene la idea, según manifiestan las mujeres, de que son muy pesados para ellas y de que sus posibles problemas de salud repercutirán en su desempeño. Respecto a los cuidados, si bien es conocido que las personas mayores prefieren también mujeres mayores para su atención, a la hora de contratarlas la franja está más acotada a las mujeres que tienen entre 45 y 50 años. Lo mismo sucede con el cuidado de niños/as. Esto es así, según explican las mujeres, porque también se considera que levantar a una persona o proteger a un/a niño/a de determinado peligro es más fácil si se es más joven.

En el caso de las extranjeras se suman otras dificultades:

  • El manejo del idioma, no sólo del castellano, sino también de las diferentes lenguas que se hablan en España según las Comunidades Autónomas; y sus mayores dificultades para aprenderlo debido a la edad y la falta de práctica en los estudios.
  • La ausencia de permisos de residencia y trabajo, no sólo por haber llegado a España sin tramitarlos, sino también porque, a diferencia de las otras migrantes más jóvenes, éstas tienen más dificultades para obtenerlos. En algunos casos, son mujeres que han sido reagrupadas por sus hijos/as para que les ayuden en la conciliación de su vida laboral y familiar, y por esta razón han obtenido el permiso de residencia, pero no el de trabajo. Pese a esta situación, muchas mujeres reagrupadas como progenitoras dependientes se dedican también al servicio doméstico externalizado, aunque sin contrato.
  • La condición de madres cuidadoras de algunas de estas mujeres en sus países de origen, con escasa experiencia laboral remunerada, o bien insertas en empleos sumergidos o totalmente desregulados (venta de comidas caseras en sus casas o en la calle, venta de ropa a domicilio, arreglos de ropa o costura particular, venta de productos a domicilio…).

En el caso de las mujeres españolas, se dan tres situaciones prevalentes:

  • Las que han estado insertas en trabajos más o menos estables a lo largo de los últimos años y que, por motivos estructurales, los han perdido (trabajo en fábricas que se deslocalizan o pierden mercado, tales como los textiles y más actualmente la industria automotriz; o bien comercios minoristas que cierran por el efecto de las grandes cadenas de electrodomésticos o alimentación).
  • Las que experimentan una separación o divorcio después de muchos años de vida en pareja que las ha conminado casi en exclusividad al trabajo reproductivo. Se dan también casos de mujeres que han vivido malos tratos intrafamiliares y que padecen enormes problemas de autoestima que afecta a la búsqueda activa de empleo.
  • La vivencia de alguna enfermedad presente o pasada, que deja secuelas físicas o dolencias que repercuten en el desempeño del trabajo productivo o reproductivo. Estas mujeres tienen restringido el mercado laboral a empleos que no requieran esfuerzo físico o demasiada carga horaria.

Las mujeres mayores de 45 años se ven obligadas a buscarse la vida en mercados laborales formales que les permitan nuevos medios de subsistencia frente a la pérdida o disminución de éstos fruto de divorcios, migraciones o despido del último trabajo. La situación de tener hijos e hijas mayores de edad e insertas en el mercado laboral no les asegura la subsistencia, ya que un sueldo no alcanza, o bien es empleado en la familia nuclear nueva. De hecho, muchas son mujeres que son interpeladas por estos/ as hijos/as para que les ayuden económicamente y también para el cuidado de los y las nietas. La falta de recursos de las mujeres mayores, sumada a su sentido del cuidado y de la familia, las obliga ayudar a sus hijos/as al mismo tiempo que a buscarse la vida solas en el mercado laboral.

Otro problema que se añade a estas mujeres, sobre todo a las extranjeras que han sido reagrupadas para que ayuden a sus hijos/as, es el del alojamiento. Al principio, suelen ser alojadas en las casas de estos hijos/ as, pero el tamaño pequeño de la vivienda y sus altos precios pueden dificultar con el tiempo la convivencia, originando que algunas mujeres tengan que trasladarse a pisos compartidos. Una situación más favorable es vivida por aquellas mujeres mayores que han sido reagrupadas por hijas sin pareja y con o sin cargas familiares, siendo éste un arreglo convivencial más rentable económica y emocionalmente para todo el grupo.

Mujeres mayores de 45 años

Estas mujeres presentan mayor pesimismo respecto a sus posibilidades de encontrar un trabajo estable y que respete las condiciones laborales mínimas. Demandan mucho apoyo por parte de los servicios de empleo, pero también son conscientes de su situación. Por esta razón, mantienen sus redes de contacto personales y nunca dejan de ver al servicio doméstico (aunque sea por unas horas) como una de sus principales posibilidades, al menos para las extranjeras. Las mujeres españolas son más optimistas y presentan también mayores índices de empleabilidad en ámbitos de la restauración, el comercio o los servicios auxiliares sociosanitarios, siempre que hayan recibido formación específica.

En cuanto a la formación, opinan que actualmente hay mucha oferta y ésta es diversa. Incluso valoran la profesionalización que supone respecto a trabajos que ellas realizan sólo por el hecho de ser mujeres (cuidar, limpiar), así también valoran que se conviertan en trabajos con mayor dignificación y respeto por los derechos laborales. No obstante, piensan que esto último siempre es mejorable. Algunas han sugerido que los cursos de formación en auxiliares de geriatría, ayuda a domicilio, cocina, limpieza, hostelería, etc. deberían considerar la posibilidad de incluir los aportes que ellas podrían hacer para mejorar dichos servicios. Son conscientes de haber sido educadas en roles femeninos que las han hecho especializarse en determinadas destrezas tales como: disposición comunicativa, atención a los más mínimos detalles, escucha activa, capacidad para crear relaciones, etc. Dichas destrezas, si bien también las circunscribe a los trabajos del cuidado, la atención y lo doméstico, son posibles capitalizarlas para otro tipo de trabajos, o para dignificar o profesionalizar los que ya realizan. Por ejemplo, proponen que aquellas que se han dedicado toda la vida a cuidar de un hijo o hija enferma o con discapacidad, puedan emplearse en los servicios de catering o de ocio y tiempo libre para niños/as con similares problemáticas. También el trabajo profesional en la costura por parte de aquellas mujeres que tienen una experiencia dilatada en hacer arreglos de ropa en sus casas o en talleres de la economía sumergida.

Pese a la alta valoración que hacen de la formación brindada por las organizaciones o instituciones públicas o privadas en España, consideran que los servicios de empleo están más limitados frente a su condición de mujeres mayores de 45 años. Ven que donde más problemas tienen estos servicios es en la intermediación laboral con empresas que puedan asegurarles puestos en razón del beneficio fiscal que tienen por contratarlas.

Pese a este déficit, consideran que los servicios de empleo, sobre todo el de Cruz Roja, son esenciales en su proceso de inclusión laboral ya que brindan un acompañamiento individualizado que tiene en cuenta, además, sus demandas de afecto, apoyo psicológico y escucha empática. Estos elementos son fundamentales en sus vidas, en la medida en que su condición afecta su estado de ánimo y su propia estima personal.

MUJERES CON ESTUDIOS SECUNDARIOS

Las mujeres mayores de 45 años con estudios secundarios presentan trayectorias vitales muy similares a las anteriores, pero con la diferencia de que su mayor nivel formativo propicia posibilidades de inserción más variadas. Salvo para el caso de las extranjeras que no tienen esta formación homologada y que no tienen permiso de trabajo.

Una dificultad que sí pueden presentar estas mujeres es la de que sus estudios han sido realizados hace mucho tiempo y estar completamente desactualizados, teniendo en cuenta la importancia de las nuevas tecnología de la información en la configuración curricular y en la apertura de los mercados laborales. Se trata, en muchos casos, de mujeres mayores que no suelen manejar programas informáticos. Otras han perdido la práctica de estudiar o han realizado estudios de formación ocupacional en diseño, decoración o moda, los cuales en la actualidad han cambiado mucho. Finalmente, en otros casos, la falta de conocimiento en idiomas les limita el acceso a empleos que tienen que ver con el turismo. La mayoría siente que están desplazadas por las nuevas tendencias o las tecnologías informáticas y no consideran que su formación sea apta para la inserción laboral en estos momentos. Por ello, valoran mucho la formación que puedan recibir en el ámbito de los servicios de empleo.

Las que tienen entre 45 y 50 años y sin cargas familiares (por emancipación de los y las hijas o por que éstos/as se han quedado en el país de origen), tienen mejor resuelta la conciliación entre su vida laboral y familiar, aunque en algunos casos, deben dedicar cierto tiempo a la atención de sus progenitores o bien a su manutención en el caso de las extranjeras. También por este motivo, se trata de mujeres que, en ocasiones, se sienten solas y trazando trayectorias muy separadas del resto de miembros de la familia, ya que cada cual está en su propio proceso. Esta situación se agrava en los casos de mujeres que acaban de experimentar un divorcio.

Una de las salidas laborales que están teniendo con más frecuencia las mujeres mayores de 45 años y con cierta formación, es la de los servicios de proximidad de gran expansión debido al desarrollo de la Ley de Dependencia en diversas Comunidades Autónomas. Las mujeres optan además por una formación específica que les permite trabajar en la ayuda a domicilio. Este trabajo tiene diferencias cualitativas frente al servicio doméstico o de los cuidados profanos, porque supone su profesionalización, su ligazón a una relación contractual con empresas públicas o privadas y una reducción considerable de la carga horaria. También permiten una mejor separación entre los dos elementos que componen el cuidado, que son las tareas concretas y los afectos o emociones unidos a ellas. Para las mujeres que han podido hacer una transición desde el servicio doméstico a la ayuda a domicilio, la separación de trabajo y afecto es fundamental para su propio autocuidado. Sin embargo, un problema que están teniendo es, en muchos casos, el de la brecha salarial entre uno y otro tipo de trabajo con base en los hogares. La ayuda a domicilio, si bien cuenta con una cobertura legal e institucional mayor, así como el pago de la Seguridad Social por parte de la empresa contratante, puede ser un trabajo de sólo unas pocas horas a la semana. En la mayor parte de las provincias que hemos visitado, el salario es de 6,80 euros la hora incluida la Seguridad Social (quedándole a la mujer 5 euros), lo cual es absolutamente insuficiente si no se cubre toda la semana y varias horas durante ésta. Así, el servicio doméstico particular resulta ser, en muchos casos, la opción que siempre está a mano, tanto para cubrir las horas que no da la ayuda a domicilio, como para cubrir los períodos en los que las empresas no contratan (meses de verano, por ejemplo).

Un problema más que tiene la ayuda a domicilio, según comentan las propias mujeres, es el de la dudosa seriedad de algunas de las empresas contratantes. En muchos casos, suele tratarse de Empresas de Trabajo Temporal (ETT) que son subcontratadas por los Ayuntamientos. Si bien existen unos estándares de calidad y de cobertura en los derechos laborales que exige el Ayuntamiento, algunas ETT los incumplen y se dan casos de contratación de mujeres que no tienen realizada la formación específica. O bien, existe una extrema temporalidad en los contratos, lo que causa un continuo flujo de mujeres, mal visto incluso en los propios hogares donde trabajan, ya que la realización de este tipo de tareas se basa, en parte, en la confianza. Además, estas empresas no parecen mantener canales de comunicación y coordinación con los distintos agentes locales relacionados con el empleo (sindicatos, ONGs de formación e inserción laboral, Servicios Públicos de Empleo [SPEEINEM]), parecen moverse por circuitos propios que les aseguran un menor control sobre el tipo de contratación que realizan y los derechos laborales de sus trabajadoras. Finalmente, en una misma región pueden funcionar más de una ETT con el mismo fin y tipo de convenio público, lo que también ocasiona que una sola mujer haya pasado por varias de éstas en el mismo año. El resultado para estas mujeres será haber tenido varios empleadores en un año, con sus correspondientes efectos en la Declaración de la Renta.

Un caso expuesto por una de las mujeres participantes da cuenta de las dificultades que entraña este tipo de contratación temporal y precaria. Una mujer colombiana ha sido contratada temporalmente en más de dos ocasiones por distintas ETT. En cada contrato firmado se le ha aplicado un 2% en concepto de retenciones. Llegado el momento de realizar la Declaración de la Renta, el Ministerio de Hacienda le reclama 2.000 euros en contribución no aportada durante el año. Esta mujer tiene dos hijos en Colombia, pero los hijos que permanecen en origen no son tenidos en cuenta fiscalmente. Pese a enviar remesas continuamente, la manutención de estos hijos/as no desgrava. Como vemos, la temporalidad además de ser un problema para la estabilidad económica, residencial, familiar y psicológica de las personas, es también un problema a la hora de contribuir a Hacienda, si tenemos en cuenta que los salarios son más bien bajos. Finalmente, es un problema a la hora de jubilarse ya que lo que les quedará por percibir será claramente insuficiente para su sostenibilidad en la tercera edad.

Relacionado con todo lo anterior, estas mujeres comentan que no están bien asesoradas en materia de contribuciones, contratación, jubilación, etc. Servicio que reclaman por parte de las organizaciones. También proponen que se creen servicios de información y asesoramiento en casos de divorcio para no quedar en una situación económica deplorable después de éste, porque perciben que sus exparejas suelen “quedar con la mejor parte”.

Mujeres mayores de 45 años

Las mujeres de 45 años con nivel medio de formación acuden a los servicios de empleo para encontrar un trabajo más estable que les permita la sostenibilidad y les dé cierta tranquilidad, ya que tienen menos años para cotizar. Suele tratarse de mujeres abiertas a realizar cursos de formación así como introducirse en las nuevas tecnologías, porque consideran que lo que han estudiado es obsoleto y necesitan “reciclarse”. La inserción en los servicios de proximidad es vista por ellas como una opción, pero critican su alto grado de precariedad, intermitencia y temporalidad.

Las que tienen la experiencia de haber pasado por varios servicios de empleo demandando apoyo experimentan cierto grado de pesimismo, por lo que al mismo tiempo buscan arduamente trabajo por sí solas o a través de sus redes de contactos. También comentan que no se tiene en cuenta su estado emocional, consecuencia de los sucesivos rechazos del que son objeto cuando acuden a procesos de selección de personal. Algunos servicios de empleo no consideran este aspecto a la hora de brindar apoyo a la inserción. Por el contrario, los programas centrados en itinerarios personalizados y que ponen mucho énfasis en la formación prelaboral, son considerados más aptos para sus problemáticas porque contemplan el aspecto emocional de éstas, al mismo tiempo que las ayudan a actualizarse en las habilidades requeridas para la búsqueda activa de empleo.

Otras mujeres afirman que la mayoría de los cursos que se ofrecen son muy básicos y con una carga horaria inferior que, en ocasiones, no les asegura el acceso a los servicios de proximidad que potencian los Ayuntamientos. En algunas regiones, la formación que se exige es superior a 400 horas.

Para la mejora de los servicios de empleo proponen:

  • Apoyo para la obtención del carné de conducir, sobre todo en regiones caracterizadas por la dispersión territorial de sus mercados laborales. Muchos de los trabajos para los que podrían ser aptas (comercio, venta, promoción) requieren gran movilidad geográfica.
  • Mayor apoyo en temas legales para defender sus condiciones laborales ante una contratación. También mayor asesoramiento en temas fiscales.
  • Mayor diversificación de la formación, no restringida sólo al ámbito de los servicios de proximidad.
  • Mayor implicación de los diferentes agentes en relación al control sobre las ETT y la calidad de sus servicios.
  • Apoyo psicológico frente a su infravaloración fruto de sus sucesivos rechazos en el mercado laboral. Creación de grupos de autoayuda para canalizar la frustración, la impotencia, pero también la solidaridad intragrupal.
  • Mayor apoyo a la formación de cooperativas de mujeres y al autoempleo. Algunas tienen ideas que podrían funcionar en el mercado, pero se encuentran muy limitadas por su desconocimiento en relación a la gestión de empresas.
  • Fomento a sus estrategias de apoyo mutuo, por ejemplo, la creación de "bancos del tiempo", o intercambio de saberes, servicios, horas o información entre ellas mismas. En muchos casos, la dispersión territorial de los pueblos en algunas regiones debilita estas redes, sobre todo las de las mujeres inmigrantes.
  • Asesoramiento legal para defender sus derechos como mujeres en procesos de divorcio o separación. Necesitan estar más empoderadas en este aspecto.
  • Mayor flexibilidad en los horarios de los cursos de formación, con la inclusión de la formación de adultos nocturna.


RESUMEN

Las mujeres mayores de 45 años perciben que son muy rechazadas por el mercado laboral debido a su edad. En este grupo se encuentran más mujeres españolas que demandan apoyo en la inserción que en los grupos etarios menores. Tanto extranjeras como autóctonas mayores de 45 años demandantes de empleo suelen tener menor nivel educativo (primaria o secundaria), así como también una experiencia laboral más homogénea, intercalada con períodos de dedicación a las tareas reproductivas. Es decir, se trata de mujeres que han trabajado muchos años en un mismo puesto y han sido despedidas por diversas causas, o bien, mujeres que no han trabajado durante muchos años por cuidar de sus hijos/as. Los despidos y los divorcios obligan a estas mujeres a reinsertarse en un mercado laboral en el que se ven desactualizadas.
Valoran la formación que les permite una rápida salida laboral, sobre todo aquellas que han finalizado la secundaria; y están más abiertas a realizar cualquier tipo de trabajo, siempre que sea estable y les permita la sustentabilidad a largo plazo, ya que incluyen entre sus preocupaciones el tema de la jubilación. Un elemento que las diferencia también del resto de grupos etarios, es el de su condición de hijas cuidadoras, o bien de abuelas cuidadoras, debiendo compatibilizar cualquier trabajo que realicen con esta función. La característica de tener hijos/as mayores de edad, sin embargo, las compele menos a tener que trabajar por sustentar a todo un grupo familiar. Por lo general, desean trabajar para su propia sostenibilidad o para aportar alguna colaboración económica al resto de miembros.



  • Fortalecimiento de sus propias destrezas para el trabajo: disposición comunicativa, atención a los más mínimos detalles, escucha activa, capacidad para crear relaciones, motivación y entusiasmo.
  • Apoyo a la creación de cooperativas de mujeres: asesoramiento, fomento de ideas creativas, apoyo financiero.
  • Mayor concienciación hacia las empresas respecto a la oportunidad de contratar a mujeres con experiencia laboral y con la posibilidad del incentivo fiscal.
  • Mayor asesoramiento relacionado con sus jubilaciones
  • Apoyo a la obtención del carné de conducir.
  • Tarea de advocacy por parte de las ONGs para lograr que la administración pública procure un mejor seguimiento y control a las Empresas de Trabajo Temporal.
  • Mejora del tipo de contratación.
  • Apoyo psicológico orientado a su minusvaloración frente a los sucesivos rechazos en el mercado laboral.
  • Fomento de la creación de grupos de apoyo mutuo orientados a la inserción laboral.
  • Mayor asesoramiento legal en separaciones o divorcios, ya que muchas quedan en una situación vulnerable después de los mismos, lo que las empuja a buscar aceptar cualquier condición laboral.
  • Apoyo a la incorporación en la educación de adultos (secundaria obligatoria, bachillerato superior) en horarios nocturnos en la mayor parte de las CCAA.

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