Cruz Roja Española

Talleres Autoexpresión: Mujeres jóvenes 16 a 25 años

· INTRODUCCIÓN
Mujeres mayores de 16 a 25 años
La situación de transición entre los estudios y el trabajo, atravesada por el género (mujer) y la clase social (estratos sociales con dificultades económicas), son las principales características que han definido a esta población muy joven demandante de empleo. Es decir, no se trata de jóvenes que pudieran optar plenamente a una carrera profesional de larga duración en la mayoría de los casos. Suelen tener cierta necesidad de colaborar económicamente en el ámbito familiar, aunque dependiendo de la situación laboral del resto de sus miembros.



Los talleres han estado formados principalmente por jóvenes que integran hogares donde la precariedad laboral afecta a casi todos sus miembros activos (padre, madre, hermanos/ as mayores), familias monomarentales/monoparentales, o familias trasnacionales, en el caso de las extranjeras, por lo que tienen ciertas dificultades económicas. Sean familias recompuestas por las migraciones o familias nucleares viviendo en su conjunto en España, casi todas estas jóvenes continúan dependiendo de ellas, siendo muy pocas las que se han independizado.

La fluctuación trabajo/desempleo de los miembros de la unidad familiar dota de inseguridad al grupo y exige, en cierta medida, que también ellas trabajen en algún momento y bajo cualquier condición laboral. Su aporte económico, no obstante, es visto más bien como “ayuda familiar”, cuando no, como soporte para ellas mismas y sus propias necesidades (libros, ropa, algunos alimentos, transporte, ocio, etc.). La importancia de su salario como ayuda a la familia depende de coyunturas: despido de algún miembro de la familia, viaje del padre o de la madre a sus países de origen por tiempo más prolongado, crisis económicas, etc.

La subsidiariedad respecto al valor de su trabajo y de su aporte económico familiar, otorga a las jóvenes una responsabilidad familiar menor frente a la de sus hermanos, dicha subsidiariedad en la responsabilidad familiar también parece extenderse hacia los estudios, que no son vividos por ellas como una inversión futura, ni como una plataforma apropiada para optar por un trabajo mejor. En la mayoría de los casos, han abandonado los estudios -incluso los obligatorios- por el trabajo, aunque también han regresado a los estudios cuando han visto que los trabajos que realizan son extremadamente precarios y mal pagados.

La situación diferencial respecto al género se da precisamente en la visión de “ayuda familiar” de su sueldo, también cuando es visto simplemente como ingreso para sus propios gastos, ya que generalmente se percibe como salario familiar el de sus hermanos varones. En todo caso, partiendo de similares niveles bajos de formación, éstos parecen encontrar empleos mejor pagados y más estables, hallándose una brecha de género mayor entre hombres y mujeres en este grupo etario muy joven y en relación a la inserción laboral.

En menor medida han participado en los talleres jóvenes casadas, madres solteras o que viven solas. Las primeras vivencian una situación muy similar a las anteriores (las que viven con su familia o con parte de ésta), ya que parecen seguir dependiendo de alguien, en este caso del marido, en tanto sus posibilidades de empleo son menores y su sueldo inferior. Las segundas y terceras son las que mayores cotas de responsabilidad frente al medio laboral han mostrado. Las madres solteras por su enorme necesidad de sacar adelante a sus hijos, aunque apoyadas por sus propias madres, tanto en la conciliación como en la economía. Las que viven solas, porque trazan trayectorias más personales en menor interdependencia familiar y, también por ello, con menor apoyo.

Las que viven con familiares, las casadas y las madres solteras acusan mayor control respecto a su vida. Uno de los temas sobre los que más ha girado su interés ha sido esta cuestión del control porque sienten que son consideradas inmaduras y que no se las ve como personas que puedan hacer frente a su propio sostenimiento y autonomía. El tipo de trabajos mal pagados que realizan no ayuda a que sean vistas como mujeres independientes. El control que sienten se extiende a los horarios de su ocio y tiempo libre, las acusaciones de ser “malas estudiantes” o el tipo de trabajo que buscan o que realizan… Situaciones que las llevan a desear independizarse del medio familiar. Esto último las lleva a aceptar cualquier trabajo y bajo cualquier sueldo, imposibilitando en mayor medida dicha independencia, ya que nunca se tratará de un trabajo lo suficientemente estable. Es decir, se encuentran ante un círculo vicioso.

Algunas se han dado cuenta de este círculo vicioso entre trabajos mal pagados, estudios incompletos y dependencia familiar, y han optado por reiniciar los estudios y acabarlos. Esta decisión requiere de su parte cierta cuota de paciencia y de aceptar temporalmente el control familiar. Otras, han optado por la Garantía Social que les permite una más rápida salida laboral hacia empleos más demandados, como peluquería, auxiliares sociosanitarias, manipuladoras de alimentos, restauración, monitoras de tiempo libre, etc. Pero casi todas lamentan su situación de no haber finalizado la secundaria, siendo ésta una de las principales causas que relacionan con sus dificultades para encontrar un empleo estable y mejor pagado.

Respecto al empleo, la mayoría ha tenido una experiencia laboral corta y centrada en trabajos escasamente regulados o en la economía sumergida. Por ejemplo, como repartidoras de publicidad en la calle o en los portales, como dependientas auxiliares de comercios al por menor, como camareras en bares sin contrato, cuidando niños, acompañamiento a la escuela, o en el servicio doméstico. La fluctuación en este tipo de trabajos es enorme y algunas han pasado por casi todos, aunque muy poco tiempo. El hecho de no haber tenido contrato formal la mayoría de las veces, ha ocasionado que no puedan demostrar su experiencia laboral, siendo éste otro de los elementos que más nombran como causante de sus dificultades ante el empleo estable.

El tercer elemento que refieren como causa de su inestabilidad laboral es su menor experiencia a la hora de negociar las condiciones laborales ante sus empleadores. Este elemento, además, lo relacionan con el hecho de ser mujeres, ya que no se siente preparadas, por parte de la familia o los sistemas de socialización, para defenderse en el medio laboral a diferencia de sus hermanos varones.

Mujeres mayores de 16 a 25 años

En el caso de las jóvenes españolas, todas integran unidades familiares nucleares. Su situación económica es menos acuciante. Pese a ello, también presentan abandono generalizado de los estudios en algún momento de sus trayectorias formativas, aunque luego los hayan retomado. La mayoría tampoco tiene la secundaria obligatoria finalizada. Pero se plantean de forma más seria terminarla porque la consideran un paso fundamental para acceder a trabajos mejores. La situación laboral de sus hermanos o hermanas mayores les sirve como aliciente para el estudio y no tanto para el trabajo (que ven agotador y frustrante), se sienten menos responsables en la economía del hogar.

Por ello, suelen tener menor experiencia laboral que las extranjeras, no han experimentado trabajos como el del servicio doméstico o el del reparto de publicidad. Las que han trabajado en alguna ocasión, lo han hecho como dependientas o monitoras de tiempo libre en períodos vacacionales. Estas jóvenes se plantean en menor medida que las extranjeras, dejar el hogar familiar e independizarse. Se sienten más arropadas y acusan menor control familiar.

Las que son de origen extranjero llevan bastante tiempo en España (entre 3 y 9 años), muchas han sido reagrupadas siendo pequeñas. Comentan que su proceso de adaptación en España ha sido por lo general bueno, no se han sentido discriminadas, aunque su grupo de amigos/as esté formado fundamentalmente por chicos y chicas extranjeras. Las que estudian cursos de mayor nivel comentan tener más amistades españolas porque comparten con éstos/as los estudios. A diferencia de las autóctonas, se sienten más controladas por sus padres o madres, sobre todo aquellas cuya familia es transnacional, teniendo a alguno de sus progenitores en el país de origen. Esto las lleva a desear trabajar e independizarse, así como tener dinero para sus gastos personales. Sin embargo, también comentan que la libertad que tienen las chicas españolas no es siempre la mejor, o bien, que el ocio no es del todo acertado, llevándolas a experimentar situaciones por las que ellas aseguran que no pasarían. Se ven más adultas y menos interdependientes del grupo de amistades.

Es interesante el caso de las familias transnacionales entre las extranjeras de muy diversas nacionalidades (senegalesas, ecuatorianas, colombianas o norteafricanas) porque se trata de miembros que viven en España y miembros que viven en el país de origen. Se ha observado que dichos miembros intercambian sus funciones: madres que agrupan a padres e hijos pero que después vuelven al país de origen y el padre asume el rol cuidador; padres que regresan al país de origen para concluir la casa o el negocio y madres que se quedan en España trabajando y manteniendo la hipoteca, los permisos de residencia y el trabajo; hermanos/as que prefieren permanecer en el país de origen hasta finalizar los estudios y luego venir a España a buscar trabajo, pero también hermanos/as que estaban aquí y prefieren regresar al país de origen para insertarse laboralmente y cuidar de la casa que han dejado allí, o bien casarse, etc. Se trata de familias que se mueven en función de las necesidades del conjunto repartiéndose incluso los posibles trabajos que pueden realizar tanto aquí como allí. La característica principal es la interdependencia grupal a nivel transfronterizo. Suelen estar estabilizadas en España porque han conseguido una casa en propiedad. Suelen también ser bilingües aunque vivan en el país de origen.

Muchos de estos/as padres y madres tienen el deseo de que sus hijos/as estudien una carrera y progresen profesionalmente, aunque la opción no parece ser “estudiar o trabajar” sino más bien ambas cosas, salvo en el caso de que haya hijos que estén trabajando de forma estable sin carrera y aporten buenos ingresos económicos al grupo familiar.

Una situación particular la viven las jóvenes extranjeras entre 19 y 25 años que son madres solteras o bien casadas pero solas en España, ya que generalmente han migrado para trabajar y mantener al grupo familiar en origen, dejando al marido y a los/as hijos/as allí. Estas jóvenes no piensan en absoluto en los estudios y suelen insertarse en el servicio doméstico. También son las que menos tiempo llevan en España y, en ocasiones, se encuentran sin permiso de residencia, por lo que sus condiciones laborales son peores.

En relación a los servicios de empleo, estas mujeres muy jóvenes tienen menor experiencia en haberlos solicitado. No suelen conocer muchos recursos y los que conocen están relacionados con la formación, tales como los programas de Garantía Social. Las que menos han frecuentado servicios de empleo son las jóvenes autóctonas, más centradas en finalizar algún tipo de formación con rápida salida laboral. Las extranjeras que han acudido a los servicios de empleo lo han hecho, generalmente, informadas por algún miembro de su familia que ha acudido a los mismos, o por parte de alguna amiga. En algunos casos, han acudido a varios servicios de empleo. Comparando los mismos, consideran que muchos no realizan itinerarios personalizados y no llegan a conocer en profundidad a las participantes. Según ellas, esto ocasiona que a la hora de existir una oferta laboral, envíen a varias participantes sin haber hecho una preselección. Esto es vivido por las jóvenes como mecanismo de competencia entre personas con similares situaciones de necesidad, al mismo tiempo que hace “menos seria” la selección por parte de los o las técnicas de empleo, dejando en mal consideración a la propia institución o recurso. En este sentido, apuntan que los programas de empleo que les parecen más serios son aquellos que realizan un seguimiento personal del caso, se dedican a la formulación de un currículo basado en la formación y la continuidad, y que a la hora de contactar con las empresas, envían a personas que están más preparadas y pueden responder mejor a las exigencias del puesto. Consideran que los servicios de empleo de Cruz Roja actúan de esta manera y, por tanto, son a su entender más “serios”.

El funcionamiento mediante itinerarios personalizados presenta una dificultad, no obstante, para quienes padecen una situación más acuciante económica y laboralmente (por ejemplo, las madres solteras o las extranjeras jóvenes que se encuentran solas), ya que no pueden permitirse permanecer mucho tiempo sin trabajar o simplemente asistiendo a programas de empleo. Estas últimas consideran que los itinerarios personalizados son “lentos” para ayudarlas a conseguir trabajos.

Pese a ello, valoran mucho de los servicios de empleo de Cruz Roja el trato personal que brindan, basado en el respeto y la disposición hacia la participante, lo que las ayuda, según dicen, a dejarse asesorar y apoyar en la trayectoria laboral. Este trato se materializa en que, muchas veces, son las propias técnicas las que las llaman y están más pendientes de su situación. En este sentido, demandan de las técnicas no sólo asesoramiento, sino también consejo personal. Las técnicas son vistas como adultas con las que pueden establecer relaciones de confianza. Otro aspecto valorado es el asesoramiento que hacen respecto a los elementos que rodean al empleo (las habilidades sociales, cómo presentarse, cómo moverse, como vestirse…), cuestiones que, a medida que empiezan a tener experiencia en acudir a entrevistas de trabajo, ven como fundamentales para conseguirlo.

Respecto a los programas de formación, suelen demandar cursos con rápida salida laboral, lo que restringe los ámbitos de inserción a los que pueden optar, por ejemplo, formación sociosanitaria, auxiliares de enfermería, geriatría o tiempo libre, peluquería, restauración, manipulación de alimentos…

Valoran mucho las instituciones que posibilitan que terminen la ESO, ya que al empezar a buscar trabajo se dan cuenta que es imprescindible. También valoran la formación en informática, aunque muchas veces sea la básica. Así mismo, valoran el apoyo y el asesoramiento en relación a la realización del curriculum vitae (CV) y a la formación prelaboral (habilidades y presentación ante entrevistas), algo que no todos los servicios de empleo proveen. Consideran que Cruz Roja cumple todos estos aspectos importantes del trabajo, pero opinan que el mercado laboral es limitado todavía para ellas.

RESUMEN

Como resumen, podemos decir que las jóvenes entre 16 y 25 años demandantes de empleo presentan mayor abandono de los estudios secundarios obligatorios, lo que les restringe considerablemente el acceso a un empleo mejor. Al mismo tiempo, tienen una limitada experiencia laboral y en trabajos escasamente regulados o sumergidos. Esto contribuye, a su vez, a que su inserción sea extremadamente precaria. La necesidad de trabajar viene dada por la situación económica familiar inestable fruto de la precariedad laboral del resto de sus miembros (padres, madres, hermanos/as mayores). Las jóvenes trazan trayectorias fluctuantes entre el trabajo y los estudios. Las jóvenes extranjeras se ven más avocadas al trabajo, sobre todo si ellas mismas tienen cargas familiares. También expresan la necesidad de una mayor independencia de la unidad familiar. Por su parte, las jóvenes españolas no desean tanto vivir solas o mantenerse, como tener unos ingresos mínimos para sus propios gastos. éstas últimas se ven menos avocadas al trabajo.



recomendaciones
  • Tener en cuenta que los itinerarios personalizados que incluyen formación deben flexibilizarse para las jóvenes con cargas familiares o migrantes solas, ya que necesitan una salida laboral más rápida.
  • Reforzar el apoyo emocional a través de la figura de la técnica adulta que, a diferencia de la figura materna o paterna, no juzga. Desde este lugar, promover la formación reglada, el consejo, el asesoramiento y el acompañamiento individual.
  • Promover el encuentro grupal juvenil dentro de los servicios de empleo y alejado de los ámbitos de ocio y tiempo libre de estas jóvenes (sobre todo en el caso de las españolas), con el fin de favorecer la creación de espacios de apoyo mutuo centrados en el empleo.
  • Promover una formación más especializada y profesional en Tecnologías de la Información.

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